Volcán de fuego
El volcán de Antigua explotó el último día de un encuentro internacional de cineastas, en Guatemala. Esta historia comenzó en Puerto Rico, ese día en que la ceniza cubrió el cielo y una bicicleta rompió la barrera del sonido. Pero nos levantamos de aquella tragedia, caminando en medio del fuego del volcán. Una mujer nos llamó hacia su puerta, quería robarnos la vida y disecar nuestra piel, pero logramos huir de ahí. En un hotel, por poco abrimos la puerta equivocada, apenas se escuchan las torturas a la distancia. Fuimos cineastas de barrio en Tegucigalpa y cuando la mafia metió mano fuimos a camuflarnos a las calles, junto a las ancianas indigentes que hacen filosofía. Frente a nuestros ojos golpearon al malabarista, se robaron la guitarra del último luthier de Centroamérica y aquello ya fue suficiente.
De camino al norte, pasando por El Salvador, una guerrera de 500 años nos llevó a la máquina del tiempo, donde los universitarios libran la batalla política más importante: lograr trasladarte a la amazonia para ver en acción a la abuela que recuerda sus hazañas. Ya podríamos después tomar la ruta de Quito, enlistarnos en el gimnasio del barrio y luchar en el ring por nuestra libertad. Llega el momento del roadtrip que, tratando de romper las dictaduras, lo que nos muestra es el significado del amor. Por poco caemos en la red de ladrones de combustible en la Panamericana, o en la red de traficantes de citas para despechaos. Por suerte llegamos a Se’k’o, donde te reciben con abrazos y baile y un pasado de haber desterrado a los invasores.
Entre el 4 y el 9 de diciembre de 2022 pasaron muchas cosas. El baile de Hugo e Irina que encendió la pista del último día, chispa que encendió aquel volcán donde nos metimos a nadar en colectivo en un mini-Acampadoc de salsa y merengue. En realidad, el combustible de este fuego venía ya derramándose de las botellitas que trajo Viviana, en un extraño experimento de BoloviaLab embriagante y feliz. Casa Comal nos abrazó esta vez, con una colcha de historias, pasillos interminables en el Centro Miguel Ángel Asturias con cientos de cosas por ver, personas por admirar, intercambios duraderos en el tiempo.